La historia del cero no es
sencilla. Los antiguos babilonios en un principio no disponían de un símbolo
para el cero, un hecho que generaba dificultades en su notación, ya que no se
usaba como marcador de posición, sino que se basaba en el contexto, una confusión
similar a la que tendríamos hoy si los números 57, 507 o 570 no tuvieran ceros
que los diferenciaran, en su lugar, los escribas babilonios dejaban un espacio
donde debía haber un cero. Más adelante, como muestran las tablillas que datan
del 200 a.C., los babilonios inventaron un símbolo, para marcar el vacío entre
ellos, y designar la ausencia de una figura, aunque es probable que no
consideraran al cero un número como los demás. Los antiguos griegos y romanos,
célebres ingenieros, por el contrario, no lograron dar un nombre a la «nada». Los
judíos y los griegos se valían de las letras de sus respectivos alfabetos (lo
que introdujo relaciones carentes de significado entre palabras y números, y dio
lugar a las supersticiones disparatadas de la numerología). Quizá, la primera
investigación sobre la escritura del cero se realizó en el año 628 d.C., cuando
el matemático indio de 30 años llamado Brahmagupta
utiliza el cero en operaciones matemáticas, haciendo uso del mismo como un «número»
y explica las reglas para su uso con otros números, y en su libro Brahmasphutasiddhanta
(«la apertura del universo»), en el que explicaba el movimiento de los planetas
y el método para calcular su trayectoria con precisión, definió, por primera
vez en la historia, lo que era el cero: «el cero es el resultado de restar un
número a sí mismo». Señaló además, que cualquier número multiplicado por cero
es cero. Al pensar en el cero como un número, Brahmagupta fue bastante
avanzado. Alrededor del año 665, la civilización maya de América Central
desarrolló también el número cero y lo usaron en diversas formas, pero parece
que su logro no repercutió en otras culturas. Por otra parte, el concepto indio
del cero se propagó a los árabes, quienes pudieron tomar esta noción de los indios
hacia el año 700, y llega a Europa a través de éstos, y el cero de esta manera
fue promulgado en occidente por Leonardo
de Pisa, también conocido como Fibonacci
(c. 1175 – c. 1250), en su Liber Abaci
(Libro del ábaco), publicado en 1202. Instruido en la aritmética indoarábiga,
reconoció el poder del uso del símbolo adicional 0, que en árabe se llamaba zephirum, combinado con los símbolos 1,
2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9; pero no como número al mismo nivel que ellos. La noción
del cero inició un movimiento que permitió a la humanidad trabajar con más
facilidad con números grandes y alcanzar eficacia en los cálculos para el
comercio, la astronomía, la física, la química o la industria.
Bibliografía
BENTLEY, PETER J.; El libro de las cifras:
el secreto de los números / [traducción de Joan Vilaltella y Cristina García]. (2008) Editorial: Barcelona
: Paidós Ibérica, [2008]; 272 p.
BROWN, RICHARD L.; 50 teorías matemáticas creadoras
e imaginativas / colaboradores, Richard Elwes ... [et al.]. 1ª ed. Barcelona
: Blume, cop. 2012. 160 p.
CRILLY, TONY; 50 cosas
que hay que saber sobre matemáticas / Joanne Baker ; traducción
de Enrique Herrando Pérez. 1ª ed. Barcelona : Ariel, 2009. 218 p.