miércoles, 16 de agosto de 2017
martes, 15 de agosto de 2017
CURIOSIDADES MATEMÁTICAS: EL CERO
La historia del cero no es
sencilla. Los antiguos babilonios en un principio no disponían de un símbolo
para el cero, un hecho que generaba dificultades en su notación, ya que no se
usaba como marcador de posición, sino que se basaba en el contexto, una confusión
similar a la que tendríamos hoy si los números 57, 507 o 570 no tuvieran ceros
que los diferenciaran, en su lugar, los escribas babilonios dejaban un espacio
donde debía haber un cero. Más adelante, como muestran las tablillas que datan
del 200 a.C., los babilonios inventaron un símbolo, para marcar el vacío entre
ellos, y designar la ausencia de una figura, aunque es probable que no
consideraran al cero un número como los demás. Los antiguos griegos y romanos,
célebres ingenieros, por el contrario, no lograron dar un nombre a la «nada». Los
judíos y los griegos se valían de las letras de sus respectivos alfabetos (lo
que introdujo relaciones carentes de significado entre palabras y números, y dio
lugar a las supersticiones disparatadas de la numerología). Quizá, la primera
investigación sobre la escritura del cero se realizó en el año 628 d.C., cuando
el matemático indio de 30 años llamado Brahmagupta
utiliza el cero en operaciones matemáticas, haciendo uso del mismo como un «número»
y explica las reglas para su uso con otros números, y en su libro Brahmasphutasiddhanta
(«la apertura del universo»), en el que explicaba el movimiento de los planetas
y el método para calcular su trayectoria con precisión, definió, por primera
vez en la historia, lo que era el cero: «el cero es el resultado de restar un
número a sí mismo». Señaló además, que cualquier número multiplicado por cero
es cero. Al pensar en el cero como un número, Brahmagupta fue bastante
avanzado. Alrededor del año 665, la civilización maya de América Central
desarrolló también el número cero y lo usaron en diversas formas, pero parece
que su logro no repercutió en otras culturas. Por otra parte, el concepto indio
del cero se propagó a los árabes, quienes pudieron tomar esta noción de los indios
hacia el año 700, y llega a Europa a través de éstos, y el cero de esta manera
fue promulgado en occidente por Leonardo
de Pisa, también conocido como Fibonacci
(c. 1175 – c. 1250), en su Liber Abaci
(Libro del ábaco), publicado en 1202. Instruido en la aritmética indoarábiga,
reconoció el poder del uso del símbolo adicional 0, que en árabe se llamaba zephirum, combinado con los símbolos 1,
2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9; pero no como número al mismo nivel que ellos. La noción
del cero inició un movimiento que permitió a la humanidad trabajar con más
facilidad con números grandes y alcanzar eficacia en los cálculos para el
comercio, la astronomía, la física, la química o la industria.
Bibliografía
BENTLEY, PETER J.; El libro de las cifras:
el secreto de los números / [traducción de Joan Vilaltella y Cristina García]. (2008) Editorial: Barcelona
: Paidós Ibérica, [2008]; 272 p.
BROWN, RICHARD L.; 50 teorías matemáticas creadoras
e imaginativas / colaboradores, Richard Elwes ... [et al.]. 1ª ed. Barcelona
: Blume, cop. 2012. 160 p.
CRILLY, TONY; 50 cosas
que hay que saber sobre matemáticas / Joanne Baker ; traducción
de Enrique Herrando Pérez. 1ª ed. Barcelona : Ariel, 2009. 218 p.
TEORÍAS FÍSICAS: EL GATO DE SCHRÖDINGER
Es un experimento hipotético para demostrar que intentar hacer predicciones cuánticas es absurdo. En 1935, el físico austríaco Erwin Schrödinger, preocupado por la reciente interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica (que afirmaba, a grandes rasgos que la realidad existe bajo la forma de una nube de probabilidad hasta que se hace una observación), publicó un artículo que contenía un experimento mental que plantea la siguiente situación:
Imaginemos a un gato vivo al que
dejamos encerrado en una caja durante una hora junto a una fuente radiactiva,
un contador Geiger (capaz de detectar la desintegración de un solo átomo) y un
frasco de cristal cerrado que contiene un veneno mortal. Las paredes de la caja
son lo bastante gruesas para que nadie del exterior pueda oír lo que está
ocurriendo en el interior ni saberlo por ningún otro medio. Cuando tiene lugar una
desintegración radiactiva, el contador Geiger mide el suceso y pone en marcha
un mecanismo que acciona un martillo que rompe el frasco y libera el veneno que
matará el gato. La cantidad de material radiactivo está medido a conciencia de
tal modo que exista un 50% de probabilidades de que el gato esté vivo o muerto
al abrir la caja transcurrido ese tiempo. Según algunas inferencias de la
interpretación de Copenhague, daba la impresión de que el gato estaba vivo y
muerto al mismo tiempo, una mezcla de dos estados que se conocen como
superposición de estados. Algunos teóricos sugirieron que, sí se abría la caja,
el propio acto de observar «rompe
la superposición», por lo que el futuro del gato sólo se determinará cuando
decidimos abrir la caja y mirarlo, y haga que se colapse la función de onda de
todo el sistema sobre el estado «vivo» o sobre el estado de «muerto». Al abrir
la caja realizamos una observación y se determina el resultado. Salta a la vista que este resultado es absurdo, ya que la
idea de que un gato esté vivo y muerto a la vez es incoherente. Y, no obstante,
es exactamente lo que parece ocurrir cuando se dice que las partículas pueden estar en varios lugares
a la vez. En realidad no están en varios sitios simultáneamente, sino que
tienen una función de ondas que determina la probabilidad de que estén en cada
uno de esos sitios. Cuando medimos la posición de la partícula, lo que hacemos
es que su función de onda colapse en uno de esos lugares, que es donde la
detectamos. A partir de ese momento, la partícula estará ahí (si no se mueve),
igual que el gato no puede volver al estado «vivo» después de estar en el estado «muerto». O quizá lo que ocurre es que todo el universo se divide en dos en el momento en que la abrimos. En uno de ellos el gato está vivo y en el otro está muerto.
La división absoluta entre el mundo microscópico y el macroscópico que defiende la interpretación de Copenhague disgustó a muchos físicos porque simplemente elude la cuestión: dice qué ocurre, pero no por qué.
La división absoluta entre el mundo microscópico y el macroscópico que defiende la interpretación de Copenhague disgustó a muchos físicos porque simplemente elude la cuestión: dice qué ocurre, pero no por qué.
Schrödinger consideró «ridícula» esta conclusión pues,
como Einstein, entendía que la física cuántica debía ser una teoría incompleta, dado que nunca vemos gatos vivos y muertos al mismo tiempo. Irónicamente, este experimento acabó por convertirse en uno de sus mayores
reclamos publicitarios, siendo incluso más famoso que su ecuación.
¿Podríamos comprobar experimentalmente si el gato de Schrödinger está vivo o muerto?
Mantener una delicada superposición de estados cuántica en un sistema lo suficientemente grande para contener un gato real sería casi imposible, pero un «gato» microscópico (por ejemplo, un virus o una bacteria) sería más fácil de aislar de perturbaciones. Investigadores alemanes han propuesto realizar un experimento en el que un virus en una luz láser podría llegar a ser puesto en superposición cuántica.
¿Podríamos comprobar experimentalmente si el gato de Schrödinger está vivo o muerto?
Mantener una delicada superposición de estados cuántica en un sistema lo suficientemente grande para contener un gato real sería casi imposible, pero un «gato» microscópico (por ejemplo, un virus o una bacteria) sería más fácil de aislar de perturbaciones. Investigadores alemanes han propuesto realizar un experimento en el que un virus en una luz láser podría llegar a ser puesto en superposición cuántica.
Bibliografía
ORZEL, CHAD, Conversaciones de física con mi perro; [traducción, Julia Andrea Alquézar Solsona]. 1ª ed. [Barcelona]: Ariel, 2010. 222 p.
ROSENBLUM, BRUCE Y KUTTNER, FRED, El enigma cuántico : encuentros entre la física y la conciencia; traducción de Ambrosio García Leal. 1ª ed. Barcelona : Tusquets, 2010. 257 p.
S/A, Y si Einstein estuviera equivocado? : las grandes preguntas de la física / editor, Brian Clegg ; prólogo de Jim Al-Khalili ; [traducción de Alfredo Brotons Muñoz]. Tres Cantos, Madrid : Akal, cop. 2014. 160 p.
BAKER, JOANNE, 50 cosas que hay que saber sobre física / traducción de Blanca Ribera de Madariaga. 1ª ed. Barcelona : Ariel, 2009. 215 p.
CLEGG, BRIAN, 50 temas fascinantes de la física cuántica que invitan a reflexionar /colaboradores, Philip Ball... [et al.]. Barcelona : Blume, cop. 2015. 160 p.
PARSONS, PAUL; 50 teorías científicas revolucionarias e imaginativas / Tom Jackson ; colaboradores, Jim Al-Khalili ... [et al.] ; [traducción, Alfonso Rodríguez Arias]. Barcelona : Blume, cop. 2010. 160 p.
TEORÍAS FÍSICAS: EL PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE DE HEISENBERG
El principio de incertidumbre de Heisenberg es,
probablemente, el segundo logro más célebre de la física moderna después de la
fórmula E=mc2 (el más famoso resultado de la Teoría de la
Relatividad), ya que explica cómo se comportan los objetos cuánticos, como por
ejemplo, los átomos y las pequeñas partículas en su interior, y tiene numerosas
consecuencias de importancia. Por ejemplo, sin ella, el Sol no podría brillar,
ya que es la razón por la que los núcleos de hidrógeno pueden fusionarse para
producir luz y calor. Lo formuló el físico alemán Werner Heisenberg en 1927,
por lo que lleva su nombre.
Heisenberg se dio cuenta de que la teoría cuántica contenía ciertas predicciones extrañas. Implicaba que los experimentos nunca podían realizarse en completo aislamiento porque el propio acto de medir afectaba el resultado. El principio afirma, por ejemplo, que nunca es posible saber donde se encuentra exactamente un electrón, y, al mismo tiempo, a qué velocidad se mueve, es decir, que la posición o la velocidad de una partícula no pueden conocerse simultáneamente con precisión, y que una de las dos magnitudes puede medirse, en principio, con extraordinaria precisión, siempre que renunciemos a cualquier conocimiento sobre la otra. Más concretamente, Heisenberg argumentó que aunque fuésemos capaces de construir un instrumento de medida con una precisión infinita, seguiríamos sin ser capaces de determinar, simultáneamente y con exactitud, la posición y el momento (es decir, la masa multiplicada por la velocidad) de una partícula subatómica, por lo que cuanto más precisa sea la medida de posición, más imprecisa será la medida de velocidad, y viceversa. Si se conoce uno de los dos, el otro siempre es incierto. Si atribuimos todo a los efectos de la medición, implícitamente asumimos que lo que medimos tiene propiedades ciertas y bien definidas, y, por tanto, la incertidumbre de esos valores se debería sólo a perturbaciones relacionadas con el acto de medirlas. Sin embargo, sabemos que eso no es así: en la teoría cuántica, esas cantidades no tienen valores seguros. Por tanto, no son inciertos por los límites de la capacidad de medición, sino porque no están definidas y porque, de hecho, no pueden definirse por la naturaleza cuántica de la realidad.
El principio de incertidumbre resulta significativo a la escala de átomos y partículas subatómicas. Es como si cuando medimos la posición de un nadador no pudiéramos conocer su velocidad en ese mismo instante. Se pueden conocer las dos aproximadamente, pero en cuanto se ponen en relación una con otra se vuelve más incierto. Según Heisenberg, no tenemos modo alguno de saber dónde está una cosa hasta que la medimos. También señaló que tampoco es posible predecir la trayectoria futura de una partícula. A causa de estas incertidumbres sobre su posición y velocidad, el resultado futuro también era impredecible. El principio de incertidumbre es la razón por la que los aceleradores de partículas, como el Gran Colisionador de Hadrones, son tan grandes. Para poder manejar distancias mil veces menores que el tamño de un protón, se requieren haces de partículas cuyas energías son billones d eveces mayores que las de las partículas a temperatura ambiente. Por ello se necesitan los grandes aceleradores, para aportar a los haces tales magnitudes de energía.
Para aquellos científicos que aceptan la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica, el principio de incertidumbre de Heisenberg significa que el universo físico no existe literalmente de forma determinista, sino que se trata más bien de una serie de probabilidades. Por primera vez, la física sobrepasó la experiencia del laboratorio y penetró con firmeza en el reino de las matemáticas abstractas.
Enunciado Matemático
Heisenberg se dio cuenta de que la teoría cuántica contenía ciertas predicciones extrañas. Implicaba que los experimentos nunca podían realizarse en completo aislamiento porque el propio acto de medir afectaba el resultado. El principio afirma, por ejemplo, que nunca es posible saber donde se encuentra exactamente un electrón, y, al mismo tiempo, a qué velocidad se mueve, es decir, que la posición o la velocidad de una partícula no pueden conocerse simultáneamente con precisión, y que una de las dos magnitudes puede medirse, en principio, con extraordinaria precisión, siempre que renunciemos a cualquier conocimiento sobre la otra. Más concretamente, Heisenberg argumentó que aunque fuésemos capaces de construir un instrumento de medida con una precisión infinita, seguiríamos sin ser capaces de determinar, simultáneamente y con exactitud, la posición y el momento (es decir, la masa multiplicada por la velocidad) de una partícula subatómica, por lo que cuanto más precisa sea la medida de posición, más imprecisa será la medida de velocidad, y viceversa. Si se conoce uno de los dos, el otro siempre es incierto. Si atribuimos todo a los efectos de la medición, implícitamente asumimos que lo que medimos tiene propiedades ciertas y bien definidas, y, por tanto, la incertidumbre de esos valores se debería sólo a perturbaciones relacionadas con el acto de medirlas. Sin embargo, sabemos que eso no es así: en la teoría cuántica, esas cantidades no tienen valores seguros. Por tanto, no son inciertos por los límites de la capacidad de medición, sino porque no están definidas y porque, de hecho, no pueden definirse por la naturaleza cuántica de la realidad.
El principio de incertidumbre resulta significativo a la escala de átomos y partículas subatómicas. Es como si cuando medimos la posición de un nadador no pudiéramos conocer su velocidad en ese mismo instante. Se pueden conocer las dos aproximadamente, pero en cuanto se ponen en relación una con otra se vuelve más incierto. Según Heisenberg, no tenemos modo alguno de saber dónde está una cosa hasta que la medimos. También señaló que tampoco es posible predecir la trayectoria futura de una partícula. A causa de estas incertidumbres sobre su posición y velocidad, el resultado futuro también era impredecible. El principio de incertidumbre es la razón por la que los aceleradores de partículas, como el Gran Colisionador de Hadrones, son tan grandes. Para poder manejar distancias mil veces menores que el tamño de un protón, se requieren haces de partículas cuyas energías son billones d eveces mayores que las de las partículas a temperatura ambiente. Por ello se necesitan los grandes aceleradores, para aportar a los haces tales magnitudes de energía.
Para aquellos científicos que aceptan la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica, el principio de incertidumbre de Heisenberg significa que el universo físico no existe literalmente de forma determinista, sino que se trata más bien de una serie de probabilidades. Por primera vez, la física sobrepasó la experiencia del laboratorio y penetró con firmeza en el reino de las matemáticas abstractas.
Enunciado Matemático
No se trata de una ecuación, sino de una inecuación, que establece que la energía total de una partícula puede variar en un determinado valor, ΔE, por un corto tiempo, Δt, siempre que se verifique
que el producto del miembro izquierdo siempre es mayor que un valor constante,
(en este caso, h, que representa la constante de Planck) aunque sea muy
pequeño. Esto significa que si queremos medir la ubicación de una
partícula de forma precisa, es decir, con un ΔE reducido, entonces el
desvío de la medición de su impulso, Δt, será tanto mayor. La precisión en
el caso de ambas magnitudes es por principio imposible e implica a su
vez que la ley de la conservación de la energía puede dejar de cumplirse
durante períodos de tiempo muy cortos.
Bibliografía
ORZEL, CHAD, Conversaciones
de física con mi perro; [traducción, Julia Andrea Alquézar
Solsona]. 1ª ed. [Barcelona]: Ariel, 2010. 222 p.
ROSENBLUM, BRUCE Y KUTTNER, FRED,
El enigma cuántico : encuentros
entre la física y la conciencia; traducción de Ambrosio García Leal. 1ª ed.
Barcelona : Tusquets, 2010. 257 p.
S/A, Y si Einstein estuviera equivocado?
: las grandes preguntas de la física / editor, Brian Clegg ; prólogo de Jim
Al-Khalili ; [traducción de Alfredo Brotons Muñoz]. Tres Cantos, Madrid : Akal,
cop. 2014. 160 p.
BAKER, JOANNE, 50 cosas que
hay que saber sobre física / traducción de Blanca Ribera de
Madariaga. 1ª ed. Barcelona : Ariel, 2009. 215 p.
CLEGG, BRIAN, 50 temas
fascinantes de la física cuántica que invitan a reflexionar /colaboradores,
Philip Ball... [et al.]. Barcelona : Blume, cop. 2015. 160 p.
PARSONS, PAUL; 50 teorías científicas
revolucionarias e imaginativas / Tom Jackson ; colaboradores, Jim Al-Khalili
... [et al.] ; [traducción, Alfonso Rodríguez Arias]. Barcelona : Blume, cop.
2010. 160 p.
lunes, 14 de agosto de 2017
HISTORIA DE LOS DIOSES, HÉROES Y SEMIDIOSES GRECOLATINOS - AQUILES
Aquiles era
oriundo de Tesalia, hijo de Peleo, el rey mortal de los mirmidones, y Tetis,
una ninfa. Su madre, para que fuera invulnerable, lo sumergió en las aguas de
la Laguna Estigia, olvidándose, por desgracia, de sumergirle el talón por el
que lo sujetaba, con lo que dejó este punto vulnerable a una herida mortal. Cuidó
de su educación el centauro Quirón, el sabio centauro que había criado ya
a tantos otros héroes, que lo alimentaba con sesos de leones y tigres y médula
de oso y jabalí. Con seis años, mató a su primer jabalí y podía correr más
rápido que los ciervos salvajes en las cacerías. Creció y se convirtió en el
héroe más valiente, hermoso y rápido de todos.
Advertida su
madre por los oráculos de que la ciudad de Troya no podría ser conquistada sin
su ayuda, pero que perecería en aquella guerra, le disfrazó de mujer y con el
nombre de Pirra lo envió a la corte del rey de la isla de Sciros, Licomedes.
Allí se
enamoró de la hija de éste, Deidamia, le reveló quién era y se casó
secretamente con ella.
Como también a
los príncipes griegos les había sido predicho que no podrían tomar la ciudad
sin la ayuda de Aquiles, le andaban buscando, y Ulises, que era muy astuto,
se disfrazó de mercader, y presentó a la princesa Deidamia y a sus acompañantes
una caja que contenía joyas y armas; todas eligieron joyas, pero Aquiles cogió
una espada, por lo cual fue conocido por Ulises, que lo convenció fácilmente a
que se uniese a la expedición que iba a Troya. Al ver que no había otro
remedio, su madre Tetis le entregó un escudo hecho por Hefesto, dándole además
cuatro caballos inmortales. Aquiles fue el primero de los héroes de la
Grecia y el terror de sus enemigos. Conquistó varias ciudades, entre ellas a
Tebas. Durante el sitio de Troya, Agamenón le arrebató una esclava
llamada Briseida. Esto le ofendió a tal punto, que se metió en su tienda y
no quiso tomar más parte en los combates, lo cual dio muchas ventajas a los
troyanos. Pero Patroclo hijo de Menecio, rey de Opunte y amigo íntimo
de Aquiles y amantes desde muy jóvenes, no lo entiende, lleno de furia y
celos, arrebata la armadura de su amante para luchar y reta a Héctor, hijo
del rey de Troya, el anciano Príamo, Patroclo luchó con valentía, pero fue
muerto por Héctor. La noticia de la muerte de su mejor amigo sumió a Aquiles en
el mayor dolor. Sus amigos trajeron el cuerpo de Patroclo del campo de batalla
pero él no les deja enterrarlo. Se echa sobre él, rodeándolo con sus brazos,
sollozando desesperadamente. Su estado de ánimo es tal que su propia madre,
Tetis, baja del Olimpo para devolverle, al camino de la razón: «Ya has llorado
bastante a Patroclo –le dice–, ya ha llegado para ti el momento de tomar esposa».
Pero Aquiles no podrá pensar en otra cosa que no fuese su compañero enamorado,
a quien recrimina amargamente haber jugado con su vida: «No tuviste
consideración por mi pura reverencia hacia tus muslos, ingrato a despecho de
nuestros muchos besos.» Para nosotros, la recomendación de Tetis es más que
comprensible, considerada desde el punto de vista de la ética sexual griega:
las relaciones entre hombres estaban permitidas pero no debían ser exclusivas,
no debían llevar a olvidar que el deber cívico de tomar esposa. Aquiles ya
había alcanzado la edad y Tetis siente la necesidad de recordar a su hijo que
la vida debe continuar según las reglas establecidas, a las que ni siquiera un
gran amor puede sustraerle.
A modo de
venganza, Aquiles no solo mató a Héctor, el principal adversario del bando
troyano, sino que arrastró su cadáver atado a su carro alrededor de la ciudad y
del sepulcro de Patroclo y no transigió hasta que, ablandado por las súplicas y
lágrimas de su padre, Príamo, le suplicó que le devolviera el cadáver, que fue
solemnemente incinerado en Troya.
Príamo había
llevado consigo a la tienda de Aquiles a su familia, y entonces, el
héroe se enamoró de la bella Polixena, hija de aquél, y se la pidió a su padre.
Este se la concedió, y estándose efectuando en el templo la ceremonia nupcial, Paris,
hermano de Héctor, tiró una flecha a Aquiles que le hirió en el talón y le
mató.
Al saber la
muerte de su hijo, salió Tetis con un coro de Nereidas del seno de
las ondas, y vino a llorar a su hijo. También las nueve Musas dejaron
oír sus lamentos, porque era Aquiles gran poeta y músico. A los
diecisiete días fue enterrado este héroe en un suntuoso sepulcro que se le
construyó en el promontorio Sigea, a la orilla del Helesponto. Fue reverenciada
su memoria como la de un semidiós. Se le erigió un templo, y se establecieron
fiestas en su honor.
La Furia de Aquiles, François-Léon
Benouville (1821–1859) (Musée Fabre).
Bibliografía
REPOLLES GOMEZ, JOSÉ; Las
Mejores Leyendas Mitológicas; EDITORIAL OPTIMA S.L. Barcelona, 2002. 416 p.
CANTARELLA, EVA; El dios del amor: una
introducción a los mitos y leyendas de la Antigüedad. Barcelona [etc.]:
Paidós, D.L. 2009. 158 p.
SEGAL, ROBERT A.; 50 relatos mitológicos;
colaboradores, Viv Croot... [et al.]. 1ª ed. Barcelona : Blume, 2017. 160 p.
http://www.historia-homosexualidad.org/historia-gay/historia-homosexualidad/literatura-gay/mitos-leyendas-gay/griega-gay/aquiles-patroclo-mito-gay/aquiles-patroclo-mito-gay.html
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